Ave María

El evangelio de este domingo es fantástico, estremece escuchar las grandezas que ocurren en tan breve relato: “María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: “¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor”.

Qué valentía la de María al caminar hacia casa de su prima, sola, sin pensárselo dos veces, llevada en volandas por su fe, sin ningún miedo. Qué reacción la de Isabel que sin escucharla ya sabe todo lo que está ocurriendo. Qué poder el del Espíritu Santo dotando a ambas con ese Don de entendimiento “a ciegas”. Qué misterio tan impresionante el de Juan que, todavía en el vientre de su madre, ya se apresura a hacerse entender a través de sus actos.

El “Ave María” que rezamos no es más que el reflejo de estos dos últimos domingos, es una oración Bíblica en toda su esencia. “Dios te salve María llena eres de gracias, el Señor es contigo”, las palabras que el Arcángel Gabriel le dice cuando anuncia la buena nueva. “Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre”, las palabras de su prima Isabel al saber de la revelación por medio del Espíritu Santo.

Acuérdate cada vez que lo reces de su verdadero significado, de la fuerza y grandeza de su origen, y del inmenso amor que guarda y que da.