Más fuerte que el odio

Más fuerte que el odio
9 junio, 2016 Adriana

Más fuerte que el odio

Nos pasamos la vida quejándonos por todo, deseando lo que no tenemos y despreciando aquello que poseemos.    Y perdemos el tiempo así. Somos unos quejicas. Porque tenemos el pelo liso y lo queremos rizado; porque hay judías para comer pero preferimos macarrones; porque este amigo pasa de nosotros o es muy agobiante. Todo está mal, y nos creemos que nuestra vida es lo peor. Hasta que, de repente, llega alguien que rompe tus esquemas y te abofetea en la cara.
Tim es una de esas personas que marca tu corazón solo con su mirada. Su vida no fue fácil: fue abandonado por su madre en un poste de electricidad, marcando su vida para siempre con el recuerdo de unas botas blancas alejándose para no volver. Su padre le pegaba, tanto que de una paliza se quedó dos años en el hospital. Vivió su adolescencia en las calles de París, prostituyéndose, robando, mintiendo, y persiguió el sueño de ser boxeador con un sólo objetivo: matar a su padre. Necesitaba canalizar toda esa ira que sentía. Se hizo una coraza alrededor del corazón para que nadie más pudiera rompérselo. Y, de forma inesperada Dios atravesó esa coraza y lo desarmó. Fue un proceso difícil, pero a la vez precioso. Dios, con caricias y ternura, derribó ese muro y fue sanando poco a poco sus heridas. Y Tim, dócil al Señor, recibió el regalo más grande: poder perdonar a su padre.
Cuando leí su libro, Más fuerte que el odio, me conmoví. Se me pasaron muchas preguntas por la mente: ¿Cómo puede ser?, ¿le pasó esto realmente?, ¿cómo ha sido capaz de sanar sus heridas? Hay muchas cosas que nosotros no logramos perdonar o personas a quienes guardamos rencor y nos cuesta deshacernos de ese dolor. Y en cambio Tim…¡qué valentía!, ¡cuanto amor!
Y conmueve todavía más cuando le conoces en persona, te mira a los ojos (una persona así, con esa vida, con esa experiencia) y te dice: da gracias por tus padres. ¡¿Cómo?! Sí, da gracias por tus padres. Porque son pesados, porque te interrogan, porque te prohíben y te obligan. Dile gracias a tu madre, que estuvo hasta las doce planchando tu ropa y preparándote la comida del día siguiente.
Tim nos miraba a los ojos y nos decía: dales las gracias. Porque todo lo que hacen es por amor, porque te quieren. Tan simple. Tan cierto. Qué poco nos damos cuenta de estas cosas, de nuestro día a día, de las cosas pequeñas. Sin embargo, Tim ha sabido convertir esas cosas pequeñas en algo grande; justamente él, que no lo ha vivido.
Aprecia las cosas cuando ya no las tienes. Esta frase tan socorrida en libros, pelis y dramones es muy cierta. Y es una lástima. Y me niego que sea así. Así que tú, que me estás leyendo, también te niegas a seguir la corriente, te propongo un reto: coge una libreta (o algo para apuntar) y escribe cada día UNA cosa pequeña que te haya alegrado el día y hayas agradecido. Sólo una. Y al final de mes, leerás todo lo que has ido apuntando y te darás cuenta de que cada una de ellas era una gota en el mar, pero poco a poco va creciendo un océano. ¡Ánimo! Y gracias por leerme. Gracias por sonreír. Gracias por ¡existir!
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