Viviendo

¿Cómo discernir una llamada de Dios?

¿Cómo saber y discernir una llamada de Dios?

Muchos cristianos hoy en día ¡gracias a Dios! se preguntan cómo saber discernir una llamada de Dios.. Dejemos claro, en primer lugar, que no se trata de que Dios me hable, porque Él siempre me está hablando. La cuestión es cómo escucharle. 

Varias objecciones se abalanzan sobre nuestra mente escéptica. Habiendo perdido el sabor/saber del arte de escuchar, necesitamos dominar/controlar para poder sentirnos seguros.

Pero ¡ay de quienes se asientan en una seguridad tan insegura! Buscando saber han olvidado la fuente de la sabiduría. “El origen de la sabiduría es el temor del Señor”, repite la Escritura machaconamente. “¡Dejad a Dios ser Dios!” -grita el Ángel del Apocalipsis, mientras recorre la tierra entera con su Evangelio eterno-.

Pero, ¿cómo discernir una llamada de Dios? Guiados por el Espíritu de Dios.

Efectivamente, los principios que vamos a compartir solo se pueden vivir desde una experiencia creciente de la presencia fiel y amorosa de Dios Padre. Si su Espíritu nos introduce en “la vida de hijos amados” entonces Él nos guiará, pues está escrito: “Los que son del Espíritu, por el Espíritu viven y por el Espíritu son guiados”.

Romanos 8:14: «Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios»

Espiritu Santro

¿Dónde habla el Espíritu Santo? Al corazón.

Para saber cómo discernir una llamada de Dios, el Espíritu Santo es clave.

No hay nada que le guste más a Dios que hablarnos a través de nuestra propia experiencia humana. Quizás alguno pensaría que la respuesta a la pregunta del título sería la Sagrada Escritura o el Magisterio de la Iglesia, o la vida de los santos, etc. Todo eso es el tesoro de nuestra fe, y tiene un valor objetivo. Dios lo usa para confirmar que lo que estamos viviendo no es una quimera subjetiva.

Pero si quieres oir la voz que Dios te dirige a ti personalmente has de prepararte para una larga peregrinación: de la mente a las entrañas, porque solo allí, en lo profundo, podrás adquirir la brújula que te guiará en este viaje, aquella que los padres del desierto llamaron nepsis o “atención del corazón”.

Escucha, pues, este primer consejo: Si quieres saber dónde está tu misión mira lo que hay en tus entrañas. Pregúntate qué te apasiona, qué te mueve, que te indigna, qué te hace llenarte de ilusión o te desespera. En definitiva, qué amas y qué te llena de dolor. Porque el Espíritu lo que quiere dar, primero lo hace desear. Con fuego.

Originales no fotocopias: No te compares ni te midas con otros. «La llamada es para tí».

Esta expresión del joven beato Carlo Acutis es determinante en nuestro proceso. Cuántas energías perdidas en medirnos con otros, en querer ser aprobados por determinadas “autoridades” (morales o espirituales). Recuerdo a un sabio sacerdote decirle a una madre piadosa que no comprendía que su hijo tuviese esa llamada tan rara a hacerse religioso, cuando podría ser cura sin más: “Dios se lo ha explicado a él y no a ti, porque la llamada no la tienes tú sino él”.

Esto que puede parecer gracioso es dramático para muchas personas que no podrán nunca discernir bien porque le han puesto por condición al Espíritu Santo que los demás se queden contentos.

Lo cual no significa que no consultemos, nos dejemos ayudar e incluso pongamos nuestra llamada en las manos de la Iglesia jerárquica cuando corresponda. Pero todo esto no está en el inicio del discernimiento sino en el final, como confirmación.

Si Dios llama es porque algo hace falta. Y eso supone que hay un vacío, una necesidad. Lo normal es que si ese algo hasta ahora no estaba, la gente cuando lo vea sienta cierta extrañeza (pienso por ejemplo, alguien que se sienta llamado a ir a evangelizar a los fumetas del parque). Pero piensa en que si solo hiciésemos lo que ya se hace el Señor nunca podría hacer nada nuevo. Discernimiento es sinónimo de riesgo.

Confirmar con la experiencia

El papa Francisco dedicó unas catequesis excepcionales a este tema del discernimiento. En una de las últimas dijo algo que me animó mucho en mi propio proceso. Decía que, en realidad, no vamos a saber si una llamada es verdaderamente divina hasta que no la pongamos en práctica, porque donde verdaderamente se discierne es viendo lo que sucede: “Por sus frutos se conoce al árbol” -ya enseñó nuestro Maestro.

Mateo, 7 16:18: «Por sus frutos los conoceréis».

Los frutos en los demás y en uno mismo. Y no con criterios de productividad sino los que san Pablo apunta en Gálatas 5: “El fruto del Espíritu es: amor, paz, alegría, etc”. Es decir, si ves que cuando realizas esa supuesta llamada suceden esos frutos en ti, ¡sigue adelante! Si además ves que suceden en los demás ¡llénate de alabanza! Entonces despliega las alas y lánzate sin miedo. Los aviones vuelan si lo hacen alto. La peor tentación que vas a tener es mirar abajo y pensar ¿qué estoy haciendo? ¿a quién se le ocurre ponerse a volar? Como a Pedro, Jesús te tomará de la mano y te dirá “Con todo lo que has visto ¿aún no confías en mí?” Luego te guiñará un ojo y se reirá de ti, y te dirá: “Venga, ¡tú, sígueme!”.

 

 

Espero haber podido ayudarte en saber cómo discernir una llamada de Dios, que lo pongas en práctica y que vivas la vida que Él tiene planeada para ti.

Hermano Carlos María.

Alba, Pontevedra.

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Acerca de Hermano Carlos María

EL Hermano Carlos María es un presbítero de la diócesis de Getafe, ordenado en Madrid en 2003. En la actualidad realiza una misión de oración y acogida en el Camino de Santiago. Allí vive ad Experimentum como eremita diocesano bajo la estela de Carlos de Foucauld con una fuerte llamada a la evangelización y la unidad de los cristianos.