Últimamente no tengo tiempo para nada. ¡No te ha pasado a veces que te sientes que todo va deprisa y no acabas de hacer todo lo que tienes pendiente? la uni, los trabajos, los amigos, la familia…Todo ocupa tiempo y la vida va tan rápido que no te puedes fijar en nada.
Y con esa excusa, Dios tampoco tiene tiempo en tu apretada agenda, ni cinco minutos. Y entonces un día sales a la calle. Y el sol te da calorcito en la cara y en los brazos. Y decides quedarte ahí, sentada, dejando que el sol funda todos tus pensamientos y preocupaciones. Y los pájaros cantan a tu alrededor. Y dejas de oír tu propia voz para escuchar el viento y los animales. Y estás ahí, en silencio, tan solo cinco minutos. Y empiezas a relajarte y las preocupaciones se van. Y notas un sentimiento, una paz, una amor que en tu vida no está. Y una voz que te susurra al corazón. Y descubres a Dios. Y no hace falta que estés en una iglesia, o de rodillas, o en un momento específico del día. Sólo hacen falta esos cinco minutos al sol, cinco minutos en los que hay menos de ti y más de la naturaleza, de Dios. No hacen falta palabras: ofrécele esos cinco minutos, y dale gracias por ese pequeño oasis en medio de la jungla de la vida. Solo con eso, ya estás rezando. Así, de forma sencilla. Como un niño pequeño, como lo que Dios más admira.