Viviendo

Se buscan almas buenas

Desde que mis hijos eran pequeñitos, haciéndoles un símil futbolístico para que lo entendieran, siempre les he dicho que sean del equipo de los buenos y que elijan para su alineación gente de corazón grande, que escojan a compañeros que, aunque no “luzcan en el campo” pasen la bola sin importarles si es otro quien mete el gol.

Es muy difícil encontrar a las personas adecuadas que nos acompañen durante nuestra vida. Aquellos que serán compañeros de viaje y que influirán, en mayor o menor manera, en nuestras decisiones, nuestro carácter, nuestros actos.
A nuestro alrededor, muy cerca de nosotros tenemos almas llenas de bondad, de generosidad, de amor y a veces no las valoramos y no somos conscientes del bien que pueden aportar en nuestra vida. Aunque solo sea por proximidad, por capilaridad, por ósmosis, nos ayudan a ser mejores y a ver nuestros propios defectos al descubrir en ellas tanta bondad.
Busquemos almas que nos ayuden a ver lo bueno, que nos contagien sus virtudes, imitemos sus actos, su entrega, su sonrisa, llenémonos de su paz. No hay nada de malo en ello, a veces necesitamos pilares en los que afianzar nuestras débiles cimientos. Elijamos un equipo sin grandes estrellas pero con almas que brillen más allá de la apariencia, ganaremos en amigos fieles, en valores, en personas que serán una bendición en nuestras vidas y nuestras familias,  nunca nos fallarán.
Siempre podremos prosperar y salir de momentos difíciles y situaciones críticas si nuestro fundamento es el AMOR, porque Jesús nunca dijo “será fácil”, pero sí dijo “valdrá la pena”.